En nuestro pasado paseo a la Mussara con Monica, Fernando y la exploradora de Minerva, anduvimos por bellos campos cultivados de la Catalunya rural, lpor lugares que siempre deparan alguna sorpresa.
Hablando de todo un poco, caímos en el tema de las granadas, fruto al que le tengo una especial atracción por su historia, su sabor y su color. De repente, desde el coche, vislumbramos un árbol cargado de frutos rojos. Detuvimos la marcha y nos acercamos. Se trataba de un manzano, lleno a reventar de pequeñas manzanitas rojo rosadas, con algún picoteado de pájaros y que colmaban igualmente el suelo bajo sus ramas con frutos perfectamente comestibles. Le hincamos el diente a una de ellas. No puedo sino regresar a mi ya trillado discurso del sabor perdido. Una sinfonía de sabores, de texturas y acidez hacían de aquellas pequeñas manzanas, abandonadas a su mejor destino, un verdadero boccato di cardenale. Un sabor que de alguna manera todos tenemos en lo más profundo de nuestro inconsciente colectivo, un referente que nos recuerda continuamente que las manzanas de compramos en los supermercados creen que son manzanas pero en realidad no lo son.
Diera la impresión que conservamos en alguna alacena del sistema límbico unos referentes universales ( a modo de realismo platónico, if you know what I mean...) que utilizamos para contrastar sabores que se nos presentan día a día. Claro está que pudiéramos olvidar este referente de tanto comer porquería. Pero con tan solo probar un fruto silvestre, prontamente nos reencontramos con ese recuerdo primitivo, que nos regresa psíquicamente «a casa».
En el camino de regreso, se nos atravesaron unos bellos membrillos, igualmente picoteados aquí y allá, lo cual les sumó en atractivo.
Este es el principio de la historia de una docena de manzanas ninguneadas que terminaron en una extraordinaria Tarte Tatin (https://sabordefamilia.com/?p=5795) que nos preparó mi papá ( que convenientemente nos venía a visitar en esos días). No llegué a tiempo para fotografiarla. Puedo sólo referirles que fue la mejor jamás comida….
Los membrillos terminaron en una rica compota, preparada con fructosa ( en una relación 1 fruta: 1/2 fructosa).