Estas son algunas de las reflexiones de Joan Carles Ambrojo, para el País, España, 4/2008
«La llamada agricultura orgánica o ecológica pasa por ser más amigable con el medio ambiente y más beneficiosa para la calidad del cultivo. Pero, es realmente más saludable consumir lechugas o naranjas ecológicas que las producidas mediante la agricultura convencional? Y comer carne de conejo o de pollos criados en condiciones más cpnfortables para el animal? Los datos son controvertidos»…
Mayores dosis de oxidantes
«No abundan los estudios experimentales rigurosos que permitan comparar el valor nutritivo de los alimentos convencionales y ecológicos», dice Abel Mariné, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona. De hecho, la literatura científica es contradictoria.
Un avance de los resultados de uno de los estudios más recientes, el proyecto europeo Quality Low Input Food, realizado entre los años 2004 y 2008, sugiere que las frutas, verduras y leche ecológicas son más nutritivas que las producidas por métodos agrícolas no orgánicos.
Además pueden contener concentraciones el 40 por ciento más elevadas de antioxidantes (sustancias que, al parecer, podrían reducir el riesgo de sufrir cáncer o enfermedades cardiacas), según cuenta Kirsten Brandt de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido, que lidera la investigación.
El valor de los conservadores
De alguna manera, los alimentos ecológicos proceden de cultivos más cuidadosos con el medio ambiente que no utilizan productos químicos.
«Los alimentos ecológicos suelen tener menos concentraciones de nitratos y pesticidas», añade Abel Mariné, «pero, en general, no hay diferencias nutricionales con los productos de la agricultura convencional».
Un contenido más bajo en nitratos, añade, favorece una mayor concentración de antioxidantes, los polifenoles, «pero también se ha señalado un mayor riesgo de contaminaciones microbianas en alimentos ecológicos, al no emplear conservadores, practicar tecnologías más suaves y utilizar grandes cantidades de abonos orgánicos», afirma.
Quercetina y kaemferol
Otro estudio de las universidades de California-Davis y de Minnesota, publicado en 2007 en el Journal of Agricultural and Food Chemistry, sugiere que los tomates orgánicos podrían ser más saludables porque contienen entre el 70 por ciento y el 90 por ciento más de flavonoides (quercetina y kaemferol, que son antioxidantes), que los tomates de cultivo convencional.
Entonces, ¿esas diferencias sugieren que la alimentación ecológica puede ser más saludable?
Los diversos estudios realizados hasta el momento no son concluyentes, pero un equipo interdisciplinar dirigido por Lukas Rist del Paracelsus Hospital Richterswil de Suiza estudió a 312 madres en periodo de lactancia y observó que los lípidos de la leche materna eran de mejor calidad si las mujeres habían tenido una dieta en la que hasta el 90 por ciento de carne y lácteos eran de origen orgánico.
Los resultados fueron publicados en el British Journal of Nutrition en abril de 2007.
Con más vitamina C
En España, el equipo dirigido por Lola Raigón, ingeniera agrónoma y catedrática de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Valencia, ha realizado varios estudios nutricionales de productos hortícolas y frutales ecológicos y convencionales.
Entre otros resultados, ha encontrado que el zumo obtenido de naranjas ecológicas frescas contiene 47 miligramos de vitamina C, mientras que los frutos convencionales dan 37 miligramos. Como la dosis diaria recomendada de vitamina C es de 60 miligramos, «significaría que necesitamos más cantidad de zumo convencional», añade Raigón.
Pimientos, kiwis y cítricos
«También comprobamos que el periodo de conservación era mayor, porque encontramos más contenido de aceite esencial en la corteza y menos agua. Uno de los efectos inmediatos de la excesiva fertilización nitrogenada es el gran incremento del grosor de la corteza», añade.
Estos investigadores españoles también encontraron que el pimiento rojo orgánico contiene el 7 por ciento más vitamina C que el convencional, y también supera por este concepto al kiwi y los cítricos.
Más mineral, mejor absorción
En un trabajo en el que se analizaron 21 variedades de judías en grano, hallaron que las de producción ecológica presentaban alrededor del 15.7 por ciento más de hierro (7,12 miligramos por cada 100 gramos de materia seca) que las de agricultura normal (6 miligramos), lo cual es relevante porque este alimento se suele consumir por la concentración que tiene de este mineral.
Pero estos minerales necesitan ligandos para que el organismo pueda atraparlos y sean mejor absorbidos. En el caso del hierro, los mejores ligandos son la vitamina C y la vitamina B9 (ácido fólico), y encontraron que la presencia de ambas sustancias en las judías ecológicas era más elevada, lo cual significa que también propician una mejor absorción del hierro.
El equipo ha realizado también ensayos con alimentos de origen animal de granjas ecológicas y convencionales. Los animales tratados de forma ecológica recibieron alimentación orgánica (tortas de soya y maíz) complementada con lombrices; las convencionales comieron pienso.
Los huevos de gallinas con dieta ecológica tenían mayores concentraciones de proteína.
En otro estudio, analizaron la producción cunícola: «Dietéticamente, la carne de conejo está muy bien valorada porque tiene un alto contenido en proteína y un bajo contenido en grasa», añade Raigón.
Los ejemplares alimentados de forma orgánica tenían 18.5 gramos de proteínas por cada 100 gramos de carne, ligeramente por encima de los conejos criados de forma intensiva, que daban 17 gramos de proteínas.
Al diferenciar entre las concentraciones de grasa en función del sexo del animal, se observa que para los de procedencia convencional, no se encuentran diferencias (el 3.64 por ciento en machos y el 3.63 por ciento en hembras), pero para los ecológicos la cantidad de grasa obtenida en las canales de los machos es del 1.66 por ciento, inferior al 2.58 por ciento obtenido en las canales de las hembras.
«Esto pone de manifiesto que los procesos productivos intensivos, al incidir sobre la sobreproducción a través de la alimentación de los animales, produce carnes más homogéneas, sin diferencias en función del sexo, algo que no ocurre bajo los sistemas de producción ecológica, donde las respuestas son más acordes al ciclo natural del animal», sostiene Raigón.
Curiosamente, en un estudio de valoración sensorial del costillar del animal, a los estudiantes que participaron les disgustaba el sabor de la carne ecológica «porque les sabía a hierba».