
Ese y mil detalles más se conocen porque la historia ha husmeado en las alcobas de la realeza española del siglo XIX. Pero por increíble que parezca se sabe mucho sobre las camas de los reyes y muy poco sobre sus cocinas. Ello hace muy apetitosa la investigación de Joan Sella Montserrat, escritor, periodista y detective culinario. Su última obra, Comer como un rey. Las mesas de Amadeo I de Saboya y Alfonso XII de Borbón (Ediciones Trea), se adentra en las entrañas del otro tálamo de palacio. Sus fogones.

le informaran de si había glace o, como mucho, glace sicilien. En la bodega del saboyano había burdeos, pero no faltaban el seco de Tarrasa ni las botellas de Jerez, del Priorat o de Alella. El borbón, por el contrario, casi nunca se desmarcaba de los caldos franceses. Ambos compartían la devoción por la bisque d´écrevisses (crema de cangrejos) o el chapon truffé (capón trufado) de la grande cuisine française, la antecesora de la nouvelle cuisine. Otra cosa les unía: a los dos les encantaba el hoy omnipresente y plebeyo Tío Pepe.
EL ENTRANTE. Aquel día el menú era una reivindicación de la cocina autóctona. La ocasión lo exigía: Alfonso XII agasajaba al príncipe de Gales y heredero de la corona británica
EL PLATO. La paella debutaba en el comedor de palacio con el nombre de arroz a la valenciana, sin galicismos. Al menos por una vez. au revoir a los giros afrancesados con que era costumbre denominar este plato
EL POSTRE. El broche de oro de tan aristocrática mesa, los dulces bartolillos a la Botín, aún pueden degustarse en uno de los restaurantes más antiguos del mundo: Casa Botín, de Madrid
Estupendo artículo, me he dado «banquete»
Gracias, Pau.
Gracias. Encuentro este articulo en busqueda genealogica de mi bisabuelo Sebastian Luciotto original de Sicilia para la Casa Savoia en esta misma epoca. Aun no le encuentro 🙁